La salud y las redes sociales son dos elementos que, en los últimos años, son imposibles de disociar. Las redes sociales han abarcado todos los ámbitos con los cuales una persona puede verse involucrada: economía, con ventas y demostraciones de productos; política, con opiniones sobre el quehacer de los servidores públicos, o incluso guiar nuestra elección de algún candidato(a) a algún puesto de elección popular; entretenimiento con personajes famosos, desde ver videos, entrevistas, música; la organización de la vida diaria como es el ordenar un espacio o decorarlo en cierta forma, hasta el ámbito del cual nos ocupamos el día de hoy que es la salud, con rutinas de ejercicio, alimentación, entre otros. Y aunque parezca extraño, la salud y las redes sociales están íntimamente ligadas, de ahí la importancia de abordarla en esta ocasión, de forma general.
En este último caso, se observa que la salud y las redes sociales están cada día más presentes en la vida de toda la población y de forma creciente en la de los jóvenes. Ello quedó muy claro durante el periodo de pandemia, en el cual muchas personas se cobijaron con ellas, al ser el medio en el cual podían sentirse acompañadas, al permitir esa interacción que, aunque no fuera tête à tête, abatía la soledad del aislamiento social; situación ajena al ser humano cuya tendencia es ser sociable y vivir en sociedad por propia naturaleza, de acuerdo a Aristóteles. Permitieron un acompañamiento en una situación de crisis evitando que se incrementaran los niveles de ansiedad y/o depresión, al estar en contacto con personas que conocíamos o simplemente al utilizarlas como medio de evasión. En ese momento las redes sociales fungieron, para algunos, como parte de un autocuidado, no necesariamente buscado, ni consciente. Sin embargo, para otros también llegaron a representar un “exceso de información” viéndose más afectados de forma negativa, al visitarlas, que de forma positiva.
Es por ello que esta asociación es percibida hoy, después de casi 30 años de la aparición de la primera red social moderna, SixDegrees, en 1997, en una vía de ida y vuelta, como toda comunicación. En este caso, pueden, por un lado, contribuir a un mayor cuidado de sí, ante toda la información que ahí se puede encontrar, siempre teniendo el debido cuidado de que los contenidos sean confiables. En este sentido, son una herramienta que podemos utilizar para mejorar nuestro bienestar y prevenir enfermedades al tener el autocuidado necesario frente a un mundo cada vez más demandante, con actividades múltiples diarias. Así, las redes sociales pueden contribuir a permanecer bien físicamente y estables emocionalmente.
No obstante, como todo en la vida, hay que aprender a utilizarlas y estar conscientes del uso que les damos, en una época en la cual es fácil acceder a un sinnúmero de información que no necesariamente es confiable y veraz; es decir, el no saber interactuar con ellas nos puede conducir, por otro lado, a una mayor desinformación que puede también ser contraproducente en nuestra salud física y mental, incrementando nuestros niveles de ansiedad y generando incluso problemas más serios. En este sentido, las redes sociales juegan un papel muy importante en el desarrollo de capacidades y competencias que nos permitan una interacción sana y efectiva. De ahí la importancia de cómo las utilizamos, el tiempo que las ocupamos y la forma en la que lo hacemos. No hay que olvidar que todos somos responsables del contenido al que nos exponemos, así como del que nosotros mismos generamos y del uso que les damos.