Aparece en la pantalla una mujer arreglada a la perfección. Lleva un vestido con detalles florales, los cuales complementa con un peinado y maquillaje cuidadosamente planeado. Su sonrisa parece nunca disminuir y por el contrario, se dedica a cocinar un platillo complicado sin ayuda alguna, nada la perturba en este rito doméstico que maneja con gran destreza. La persona que la observa desde su celular le proporciona una mirada que mezcla anhelo y envidia, aunque sin tiempo por perder regresa su atención al trabajo: uno que no termina ni se aligera. Se pregunta, ¿acaso la vida de esta otra mujer es mejor?, ¿será ella más feliz y plena?
Las llamadas esposas tradicionales constituyen un grupo digital que ha experimentado un auge relevante en los últimos años. Este movimiento encabezado por influencers como Estee Williams (@esteecwilliams), Nara Smith (@naraaziza) o Hannah Neeleman (@ballerinafarm), es uno dedicado a construir una narrativa peligrosa de femineidad y supuesta liberación de la mujer ante la opresión laboral contemporánea, que termina por idealizar la sumisión y desigualdad de género. Su surgimiento, aunque sin fecha precisa[1], toma fuerza en la época posterior a la pandemia por Covid-19 cuando distintas creadoras de contenido publican sobre su cotidianeidad como amas de casa y promueven abiertamente roles de género tradicionales, una narrativa doméstica y de subordinación ante la figura masculina.[2]
Estas influencers abogan por un pasado que consideran idóneo y necesario de recuperar. Argumentan que la mujer contemporánea ha sido engañada hasta el punto de creer que el trabajo arduo y una posición de poder en el campo laboral son las únicas aspiraciones que tener, por lo que el concepto de familia y matrimonio ha sido olvidado como obligación femenina. A este respecto, las esposas tradicionales se encargan de realizar videos donde expresan su descontento hacia la cultura del trabajo actual que desencadena desgaste físico, mental y un sentimiento de insatisfacción.
Páginas web enfocadas en promover este estilo de vida como The Darling Academy[3], dedican artículos al rechazo de la mujer como parte de la fuerza laboral. Las razones principales giran en torno a un hartazgo en referencia al discurso mediático sobre convertirse en una mujer con habilidades múltiples, la superheroína contemporánea conocida como ‘girlboss’. Detallan que la imposibilidad de obtener un equilibrio entre el trabajo y lo personal llevan a la mujer a sentirse frustrada, para ellas adoptar un rol femenino tradicional libera a la mujer de las exigencias laborales y les proporciona satisfacción personal.
Este discurso tiende a contraponer el feminismo versus la femineidad. Las influencers consideran que el primero solo ha perjudicado a las mujeres y el núcleo familiar. Creen que su irrelevancia en la actualidad está ligada a percibir la búsqueda de igualdad solo como una lucha absurda en contra de los hombres y la heteronormatividad, por el contrario, el término de femineidad lo asocian con la aceptación de un destino biológico que otorga a las mujeres cualidades innatas para ser madres y esposas.[4] Por lo tanto, buscan aprovechar los sentimientos de desilusión que las mujeres contemporáneas experimentan y logran transformarlo en un discurso a favor de su movimiento.
Fundan, entonces, comunidades en redes sociales que apoyan la idea de obtener felicidad y libertad solo si se toma la decisión de abandonar el entorno laboral, contraer matrimonio y de convertirse en madre. Argumentan ofrecer la seguridad y certeza en el futuro que les ha sido negado en el espacio público. Es así como este movimiento también proporciona una serie de reglas y normas a seguir que van desde cómo comportarse, qué vestir o realizar. Optan por publicar constantemente imágenes o vídeos de su círculo familiar y acompañarlas de escritos que refuerzan la idea de plenitud y bienestar a causa del regreso a estas labores.
Si bien las influencers detallan que son ellas mismas quienes eligen su destino y que incluso, las mujeres feministas son aquellas que buscan imposibilitar este libre albedrío, no toman en consideración que el trabajo doméstico es uno socialmente marcado por la explotación, el control y opresión.[5] La labor hogareña se ha constituido como una actividad invisibilizada que culturalmente se ha relegado a la mujer. Bajo la creencia de un destino que las convierte en el corazón de la familia, los llamados ángeles del hogar son los encargados de sostener un sistema que les demanda alimento, limpieza, cuidado y consuelo sin horario fijo, ni la posibilidad de expresar cansancio o descontento.
Así pues, estas creadoras buscan emplear el término de agencia femenina sin antes analizar la estructura desigual que la esfera privada representa para la mujer. La cual, en múltiples ocasiones, hacen del trabajo doméstico uno al que se recurre de manera obligatoria por imposibilidad de elección y acceso a la esfera pública.[6] En el libro Revolución en punto cero: trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas (2012) de la filósofa Silvia Federici, se explica que este trabajo es uno de los mejores engaños que el capitalismo ha creado. Primero, por lograr que la mujer lo realice sin recibir salario y posteriormente, al poder convencer de que se trata de una actividad exclusivamente femenina y natural al género.[7] De no hacerlo pueden ser juzgadas como seres incompletos.
*Comunicóloga por el Tecnológico de Monterrey y maestra en Letras por la Universitat de Barcelona. Actualmente es doctorante en Humanidades por la Universidad Anáhuac, se especializa en temas de literatura y género.