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Pensamiento crítico ante las redes

Pensamiento crítico frente al sensacionalismo en redes

2025-09-23
Alejandra González Marmolejo
Noticias

Las plataformas digitales funcionan con base en mecanismos que adhieren usuarios de manera constante. Nosotros los conocemos como algoritmos, y están construidos con base en nuestras preferencias; la cercanía que sentimos hacia ciertos contenidos refleja emociones primitivas que describen nuestro contexto, los grupos a los que pertenecemos y, a veces, nuestra ética fundamental.

Los sucesos recientes en lo que va de septiembre son un ejemplo claro de la volatilidad en la construcción de la agenda mediática. Los siniestros siempre están en el orden más alto, y esto puede generar conductas de consumo sensacionalista cuando las actualizaciones son constantes. El problema surge cuando ese consumo mediático no se queda en la necesidad de información de las audiencias: la pulsión de notas tiene el poder de alimentar un ciclo de morbo que normaliza la violencia y diluye la empatía. El sensacionalismo convierte tragedias en espectáculos y reduce la complejidad de los hechos al ciclo de intercambios entre plataformas digitales y usuarios. Bajo esta lógica, las audiencias no solo reciben noticias: participan en su viralización, lo que refuerza un ecosistema digital donde prevalece la reacción inmediata por encima del pensamiento crítico.

Un ejemplo local es el tratamiento noticioso y pictográfico de la explosión de la pipa de gas a la altura del Puente de la Concordia, en Iztapalapa. Por la magnitud del evento, la cobertura es una necesidad para acercar información de alta prioridad a las familias de los afectados y ciudadanos que son aledaños a la zona, como en cualquier siniestro. La cobertura es un puente para la identificación de las posibles víctimas, por eso es importante que las actualizaciones se den en tiempo real. Sin embargo, la pulsión de los usuarios por consumir más información tiene un efecto colateral: generar contenidos audiovisuales que no son sometidos a la revisión editorial por la inmediatez de su publicación.

Mientras hay usuarios con buena voluntad que buscan ser solidarios con el entorno, también existen aquellos que no miden la magnitud de una fotografía explícita que fue tomada casi como una reacción al siniestro. Estos materiales audivisuales podrían atentar contra la privacidad de las víctimas, sobretodo si apelan al morbo y/o alarmismo. Este cuidado no quiere decir que los usuarios de plataformas digitales deban abstenerse a compartir actualizaciones en momentos de emergencia; muchas veces la información que circula en redes sociales permite que las familias tengan conocimiento sobre el paradero de las victimas. De la misma manera, la información vial y campañas de acopio tienen impulso en plataformas digitales que alivian la carga informativa de los medios de comunicación en este tipo de emergencias.

La lección que las audiencias digitales debemos aprender es utilizar el pensamiento crítico antes de compartir cualquier contenido que nos evoque alguna emoción. Es cierto que la tragedia ocurrida en el puente de la Concordia refleja la desigualdad en las zonas perifericas de la Ciudad de México, pero en el orden de importancia de las actualizaciones, primero debe darse a conocer el evento y magnitud, unir a las víctimas con sus conocidos y desahogar responsabilidades que devengan de una negligencia institucional. Es poco funcional para la ciudadanía que los usuarios en plataformas digitales compartan fotografías explícitas si no es con la intención de reconocimiento. Tampoco la editorialización de algunos usuarios sobre estos temas es relevante inmediatamente después del evento; quizás las opiniones podrían esperar una vez que las familias conozcan el paradero de las víctimas de un siniestro.

Para el periodismo, es importante actuar con enfoque crítico y buscar responsabilidades en actores de gobierno. Los usuarios en redes sociales deben recordar este punto: algunos medios, digitales o tradicionales, siempre tendrán una respuesta objetiva y verificada para responder las inquietudes de las audiencias.

Otro punto importante sobre los sentimientos que emanan de ciertos acontecimientos, es que los usuarios de redes sociales debemos apelar al pensamiento crítico antes de declararnos de un bando ideológico. Las recientes noticias de la agenda internacional muestran que la falta de objetividad a veces se confunde con la censura.

La polarización es una consecuencia directa del exceso de emotividad en redes sociales, que debe entenderse como un espacio que no es inocuo: los usuarios más productivos (o influencers) buscan la reacción como evaluación de su trabajo. No tienen expresiones enteramente genuinas, porque esto les dejaría poco o nulo control sobre la adherencia con sus segidores. Dentro de la alfabetización mediática, es necesario el pensamiento crítico y el reconocimiento de los sentimientos que provocan en las audiencias digitales.

En última instancia, la forma en que reaccionamos ante las noticias en plataformas digitales revela tanto de nosotros como sociedad, y de las personas que generan contenidos. La rapidez por compartir, y la búsqueda de un estímulo inmediato, no pueden sustituir al compromiso de informar con respeto y responsabilidad. Si el periodismo tiene la tarea de fiscalizar al poder, las audiencias tenemos la obligación ética de cuestionar lo que consumimos y lo que difundimos. La frontera entre información, pulsión por actualizaciones y opiniones depende de esas decisiones colectivas: elegir si queremos ser cómplices de la desinformación, o actores de una esfera pública más consciente y crítica.

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